A veces desaparezco

A veces simplemente no puedo más con el mundo. Me hundo en una especie de silencio, como si necesitara apagar todas las luces internas y externas para poder respirar. No quiero responder mensajes. No quiero que me vean. No quiero tener que explicar qué me pasa porque, en el fondo, ni yo lo sé.

No es tristeza exactamente. Es más bien un retiro. Una forma de protegerme. De no romperme. Me meto en mí, como en una cueva, como un cangrejo en su caparazón. Y ahí me quedo un rato. A veces días. A veces semanas, o meses. Me escondo incluso de las cosas que me gustan. De lo que soñaba. De lo que quería construir. Me olvido de que alguna vez tuve ganas.

Y cuando salgo —si salgo— tengo la sensación de haber perdido tiempo, de haberme atrasado. Pero también, a veces, salgo con algo más claro. Con el corazón un poquito más descansado.

No lo tengo resuelto. No sé si está bien o mal. Pero me pasa. Y necesitaba decirlo.

Y a veces, ni siquiera es tan dramático. No lloro, no me desmorono. Solo… me apago. Como cuando una lámpara se queda sin luz pero no se rompe. Estoy. Pero no del todo.

Me desconecto hasta de mí. Me cuesta recordar qué me hace bien. Olvido lo que me gusta desayunar, o qué playlist me emociona, o qué serie me hace reír. Me vuelvo una especie de versión en modo ahorro de energía. Casi invisible. Apenas funcional.

Y es duro porque el mundo no se detiene. Sigue girando. La gente sigue publicando en redes, avanzando, pero sin mí. Yo ahí, sintiéndome como si me hubiera bajado del tren y no supiera a cuál estación tengo que volver a dirigirme.

Hay culpa también. Porque pienso que no debería estar así. Que ya debería haber aprendido a manejarlo mejor. Que tengo cosas por hacer, por cumplir, por mostrar. Pero mi cuerpo y mi mente me dicen otra cosa. Me dicen silencio, me dicen pare, me dicen vaya para adentro. Y yo, a veces a regañadientes, pues les hago caso.

No sé si es una fase, un patrón o simplemente mi manera de sobrevivirme.

Pero hoy, en vez de quedarme callada como siempre, quise dejar esto escrito. Tal vez como una nota para mí misma, para la próxima vez que desaparezca. Tal vez como una forma de recordarme que incluso cuando me escondo, sigo existiendo. Que mi valor no desaparece solo porque yo lo hago por un rato.

Anterior
Anterior

Qué significa tener 35 años

Siguiente
Siguiente

Por qué ser errático está bien